jueves, 7 de agosto de 2008

memorias de una lesbiana


Varias personas me han preguntado esto, ya que soy bastante abierta para manifestar mi orientación sexual. Hoy otra amiga me preguntó y pensé que quizá sería bueno escribirlo acá, por si a alguien le sirve.

En la enseñanza básica me fascinaba con algunas amigas, pero en el sentido más inocente…el de una niña de 10 años. Queriendo sentarme con ellas, conversando, invitándolas a pasar tiempo luego de clases. Nada diferente de lo que cualquier otra niña pudiera decir. Pero para mí tenía un componente mucho más visceral que simplemente me cayeran bien, esperaba con ansia el verlas, que nos cruzáramos en alguna parte, que coincidiera que salíamos al mismo tiempo del colegio y caminásemos juntas mientras nuestros caminos fueran los mismos (admito que inventé ciertas rutas para facilitar esto).
En sexto año, acepté “pololear” con un pobre niño al que se sabía que yo le gustaba desde hace mucho tiempo (en parámetros de niño, por cierto)….le mandé una nota donde le decía “acepto pololear contigo”…jajaja… el cambio fue de no saludarse en el pasillo a decirse “hola”. Él estaba en otro curso y el año terminó, asi que eso no pasó a mayores. Pero sí podía decir que había pololeado!
En séptimo año (yo tenía 11) empezó a hacer mella en mí la expectativa de que me gustara un compañero, que debía aprender a besar, que debía coquetear con chicos en las fiestas. Fuí a fiestas, aprendí a besar…un día decidí que me tenía que gustar un niño más allá de estos encuentros inocentes en las fiestas donde la canción “lenta” era la que posibilitaba que el beso pasara. Decidí que me tenía que gustar un compañero de curso, para efectos prácticos (mi “experiencia” me decía que con los de otros cursos no resultaba, jajaja). Yo siempre fui alta, así que como yo quería que este “objeto de atracción” fuese más alto que yo, se redujo a dos posibilidades. Ellos eran amigos entre sí y casualmente se sentaban detrás mío. Un día decidí que el que hiciera algo amable por mí ese día, era al que “le tocaba” que me gustara. Uno de ellos me prestó un lápiz…jajaj eso le mereció ganarse mi interés. Yo lo invité a citas en la noche, lo pasaba a buscar…lo conquisté bastante fácil. Nos tomamos de la mano y nos dimos un beso. En el colegio nos tomábamos de las manos eventualmente y nos encontrábamos. Un par de semanas después ya me aburrí (nada sorprendente) y aproveché un día que me dí vuelta, le pedí un sacapuntas y no tenía…así que decreté “no me prestaste el sacapuntas, terminamos!”…me acuerdo y me da risa lo intelectualizadora que era.
Así pasó en la media, entre inventos de pololos fantasmas para poder aparentar a decisiones muy intelectualizadoras de cuanto “era conveniente” tener una relación. Hasta llegué a involucrarme con el hermano de mi mejor amiga en la media…imagínense la función de esa relación en mi vida (jejeje, si, adivinaron). Había inventado un mecanismo para decirle a las amigas que me gustaban que eran lindas…les mandaba saludos de mi hermano…eso me permitía decirles que eran atractivas, y mi hermano era lo más cercano a mí que podía permitirme llegar.

Yo pensaba que todas las relaciones de hombre y mujer eran como las sentía yo, no conocía nada diferente. Pensaba que esos clichés de canciones rosa de “no puedo vivir sin tí por un segundo siquiera” o “sin tí no puedo respirar” eran simples licencias líricas. Yo nunca las sentí (nunca hasta luego de salir del armario…ahí me di cuenta como efectivamente es…pero eso ya es otro capítulo).

Tuve buenas y malas relaciones con hombres, pero siempre era instrumental. Siempre me convenía. Lo que me entretenía era la conquista, el manejar y cultivar el interés de alguien sobre mí (yo no tengo ningún atractivo físico especial, honestamente…pero tampoco asusto con mi apariencia…no es que sólo por ser tan bella tuviese hordas de adolescentes a mis pies). También decidí con quién y cuándo “me tocaba” perder mi virginidad (yo sabía que no me tenía que gustar de inmediato, así que no me preocupé cuando fue tan decepcionante)…yo hacía todo, decidía todo, cortaba todo. Jamás alguien terminó conmigo.
Era mucha la energía que gastaba en todo esto…tanto en el hacer que ciertas cosas pasaran, como el hacer que otras cosas dejaran de pasar. No era conciente de lo que hacía, en lo absoluto, si me hubiesen preguntado no sufría ni me encontraba desadaptada, pero sí me dedicaba de vez en cuando a organizar mis sentimientos y resignificar lo que no calzaba.
En la universidad, ya me di un poco más de flexiblidad cognitiva…no me etiquetaba a mi mísma de bisexual ni lesbiana, pero me atraía la idea, quería descubrir donde estaban…hasta logré identificar que me gustaba una compañera y estuve a segundos de contarle. Pero el “deber ser” me la ganó. Sólo quedó en divagaciones y fantasías.

Mi mundo se abrió en EEUU. Era la oportunidad perfecta para reinventarme a mi mísma. Nadie esperaba nada de mí, me podría presentar como yo quisiera. Me demoré 6 meses en re-etiquetarme y con ello darme cuenta de qué me hacía plena. Bastante rápido considerando los 25 años que llevaba de comprarme el rayado de cancha heteronormativo.
* Ahora sé cómo es “que la vida no tenga sentido sin tí”
* Ahora sé qué es el amor y jamás volvería a tener relaciones instrumentales sin sentido
* Ahora sé lo qué es sentirse en pareja, de verdad con alguien con quien quiera crear un camino en común que recorrer.
* Ahora sé lo que es hacer el amor de verdad
* Ahora sé qué es vivir mi vida
* y tantas cosas más....

historia sacada de: http://culturalesbiana.blogsome.com/

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